viernes, 15 de agosto de 2014
Otro comentario de un participante
DE MARCHA
En un arranque impetuoso de espíritu deportivo me he apuntado, junto con mi cónyuge, para participar en una marcha campestre en Fonelas.
Ahora escribo desde la placidez del sofá, tendido todo lo largo que soy -1,73-, después de practicar para caminar los 18500 metros de la prueba, que deben de ser duros. Sólo me preocupa perderme por el campo o que llegue con el control cerrado, porque los demás participantes serán de la comarca y estarán habituados al terreno, pero yo es la primera vez que voy y me entreno, en mi barrio, sobre pista lenta, de ahí mi temor a no adaptarme a terrenos ariscos. Además, nos han dicho que en el avituallamiento nos van a dar agua y plátanos y yo me avituallo por lo general en el bar Alegría de mi amigo Lozano, con una cervecita fresca y una tapa de torreznos, que no es lo mismo.
También espero que no haya muchas cuestas porque al subir me suele dar flato, con lo que tendría que aminorar la marcha y perder comba, aunque para mí lo importante no es ganar sino participar. Yo el espíritu olímpico lo tengo totalmente asumido y lo práctico, no como otros que echan el resto -o el resuello- por ganar.
Una hora después que nosotros saldrán los corredores, sí, los de la carrera-carrera, esos que parecen gamos cuando los ves en directo. Ya me los imagino pasándonos como una exhalación y eso que salimos mucho antes, pero no nos podemos comparar a esos tipos estilizados que, seguro, no utilizan ni el avituallamiento, con lo que tocaremos a más. Los atletas parece que se alimentaran de aire, no como nosotros los andarines, con nuestra tripa y nuestras carnes fofas, que hasta el aire nos engorda. Ya los veo por los badlands de Fonelas, con sus piernas de palillo y dos palillos por brazos, la cara escurrida de la que sobresalen dos ojos que parecen querer salirse de las órbitas, trotando como ciervos sobre esos andurriales. Una cosa es hacer deporte y otra quedarse tísico, sin un gramo de grasa, que algunos parecen la radiografía de un silbido, por no decir la de un esqueleto.
Nosotros los andarines iremos también a buen ritmo, pero nada uniforme, departiendo, contando chascarrillos, los que se conozcan, metiéndose con los descolgados, que si tanta cerveza, las tapas, las copas...
Yo, para la marcha, llevaré una vara que me hice para cuando salgo a entrenar por los campos de mi pueblo, más que nada por si me sale un bicho de pocos kilos porque si es de muchos no le hago frente, directamente me rindo y que haga conmigo lo que quiera. Pero por lo menos me hago la ilusión de que voy armado, que tampoco es cuestión de ir a hacer footing o a andar deprisa armado hasta los dientes con una escopeta de cañones recortados o con un sable. No es eso, hombre. A mí, lo más que me ha salido por el campo hasta ahora ha sido un perro mediano, pero no he tenido necesidad de utilizar mi arma, sólo hago lo que me enseñaron los entendidos: la estatua; se me acerca, me olisquea y se va. Eso por ahora, ya veremos más adelante como me salga un jabalí, un perro grande o una cabra montesa envalentonada que me veo encaramado a un olivo, si me da tiempo.
Bueno, seguiré entrenando para no hacer mucho el ridículo el domingo por los badlands de Fonelas. Y si vuelvo entero, lo cuento.
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Pues siento disentir... mi marido que corre y mucho, tiene un cuerpazo... de palillos por piernas y brazos, nada de nada...
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